¡Bienvenidos a mi casa!

    Me llamo Michaël y nací el 25 de septiembre de 1975 en Saint-Junien, Lemosín. Soy a la vez occitano, francés y europeo. Reivindico las tres nacionalidades. La última, que es también la más reciente, la defiendo con todo el entusiasmo de quien sabe el precio de vivir en paz en el continente culturalmente más rico y variado del mundo, que necesitó dos guerras tan vergonzosas como mortales para darse cuenta que sólo la unión y el pan hacen a las familias felices. Soy también un niño de la República a la cual admiro, porque se la ganaron con sangre y fe de patriotas mil veces más nobles que los que encontraron la guillotina vengativa, aunque fueron los Revolucionarios quienes empezaron la discriminación constitucional contra los supuestos dialectos, aquellos hablas provinciales indignos de ser respetados. En cuanto a los países de Òc, donde vivo desde siempre, menos los cinco años maravillosos que pasé en Escocia e Irlanda, ellos son la tierra de mi corazón, el sol en mis sonrisas, la sal en mis lágrimas y el eco de mi voz. Habité en Rochechouart, en Sanguinet, cerca de Biscarosse, en Mollégès, en Provenza, en Albi, en Vichy, en Rodez, de donde escribo estas líneas, y ya me olvido de media docena más... Estudié en Toulouse; hice mi servicio militar en Montauban; llegué a ser un soldado paracaidista en Pau, pero sin embargo el único idioma que ellos me enseñaron en la escuela fue el de Molière, ¡un parisiense! Es verdad que mossú Poquelin fue un genio del teatro, no digo lo contrario, pero también es verdad que los señores Mistral, Rouquette o Boudou no son escritorzuelos. Hoy en día, gracias al prestigio de un premio Nobel y al apoyo inapreciable de nuestros hermanos catalanes, también a Louis Alibert y a los esfuerzos del IEO para una normalización ortográfica y gramatical, de Bayonne a Limoges pasando por Montpellier, se ha despertado un gran pueblo de pasión y generosidad, y las notas del "Se canta" y la "Copa santa" resuenan orgullosamente en la boca de los niños de los trobadores... ¡Entonces sean bienvenidos a mi casa, la casa de una nación sin frontera, al suelo sagrado del gai saber, del paratge y de la fin'amor, a Occitania, cuya alma es eterna!